martes, 24 de noviembre de 2009

EL ÚLTIMO CANTO


Al través de las brumas y la nieve, En el rostro el dolor, la vista inquieta, El pie cansado vacilante mueve... Allá va, ¿no lo veis? ¡Pobre poeta! Sobre el herido corazón coloca La lira meliodosa, y macilento, Sentado al pie de la desnuda roca, Así prorrumpe en desmayado acento: «Ved las hojas marchitas, ved el ave, Envueltas van en raudo torbellino... ¿A dónde van? ¿A dónde voy? ¡Quién sabe! ¡Yo también soy como ellas peregrino! »Huyendo voy del tráfago mundano Con el rostro en las manos escondido. Mudable y débil corazón humano, ¡Hasta dónde, hasta dónde has descendido! »Ya a Dios los necios hombres escarnecen Y alzan al dios del interés loores. ¡Sus almas sin amor ni fe parecen Nidos sin aves, fuentes sin rumores! »Jamás la ola aunque con furia luche Conmoverá las rocas; ¡e imposible Que el triste grito del alción se escuche De la tormenta entre el fragor terrible! »La Poesía morirá en la lucha, El destino cruel sus horas cuenta; ¡Poetas! vuestros cantos nadie escucha, ¡Sois el alción de la social tormenta! »Yo vi en mis sueños de poeta un día De laurel en mi lira una corona; Hoy triste siento que en la frente mía Un gajo de ciprés se desmorona. »Yo quise alzar el vuelo a las ignotas Fuentes de eterna luz, ¡al infinito! Y hoy en el mundo, con las alas rotas, Cual ave sola en su prisión me agito. »Como una clara estrella vi en mi anhelo Sonreír en mi cielo la esperanza. Hoy cubren negras sombras ese cielo, ¡Hoy la luz a mi alma ya no alcanza! »Huyendo el mundo y su incesante ruido, Vengo a esta soledad sombría y honda. Ella por siempre mi último gemido, ¡Mi último canto y mi vergüenza esconda! »Tu muerte ¡oh Poesía! el siglo canta, Y del campo inmortal de las ideas El himno del trabajo se levanta Y dice al porvenir: ¡Bendito seas! »¡La indiferencia con su ceño grave Me relega al silencio y al olvido! Pobre y triste poeta ¡Soy un ave Que al fin se muere sin hallar un nido!» Dijo, y rompió la lira melodiosa Do entonaba sus cantos y querellas... Y al cielo levantó la faz llorosa, ¡Y en el cielo brotaban las estrellas!

Ismael Enrique Arciniegas

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